A las cinco menos cinco llegaron Antonio y Manolo. Pasamos al salón de mi casa. Esperamos al cuarto convocado, Ángel, que, como vivía enfrente, le correspondida llegar el último. En el salón comedor había una mesa cuadrada y cada uno ocupó un lado para empezar a hablar sin más rodeos del tema que nos habíamos convocado los cuatro: ¿qué podíamos hacer?